...o un extraño Caso De Literatura.
El tema de "un hombre llamado Flitcraft", bien puede valer un ratito de lectura, imprescindible para ver lo interesante y curioso que es. A Paul Auster, Jean Paul Sartre, Jorge Luis Borges y Christopher Routledge ("The Flitcraft Parabole") les interesó hasta el punto de escribir sobre "Flitcraft" e incluirlo en disertaciones.
Se encuentra en uno de los Capítulos de "EL HALCÓN MALTES" (1930), de Dashiell Hammett; transcribo la parte del texto que nos ocupa, el cual recomiendo leer con mucha atención. Lo relata el protagonista de la novela, Samuel Spade:
Capítulo VII – En el aire (extracto)
"...
De principio, Brigid O´Shaughnessy lo escuchó con moderada atención, evidentemente más sorprendida por el hecho de que contara aquella historia que interesada en ella, más intrigada por el propósito que tenía al contarla que por la historia misma; pero a medida que se desarrollaba el relato, se sintió cada vez más fascinada, y su actitud se tornó atenta.
Un hombre llamado Flitcraft había salido un día de su oficina de bienes raíces en Tacoma para ir a almorzar, y nunca había regresado. Faltó a una cita para jugar al golf después de las cuatro de aquella tarde, aunque él mismo había tomado la iniciativa de concertarla sólo media hora antes de salir a almorzar. Su esposa y sus hijos nunca volvieron a verlo. Aparentemente, su esposa y él estaban en excelentes relaciones. Tenían dos hijos varones, uno de cinco años y el otro de tres. Era dueño de una casa en un suburbio de Tacoma, de un Packard nuevo y de los demás accesorios que integran una próspera vida americana.
Flitcraft había heredado setenta mil dólares de su padre, y esto, unido a sus éxitos en el negocio de bienes raíces, lo hacían poseedor de unos doscientos mil dólares en la época de su desaparición. Sus asuntos estaban en regla, aunque presentaban demasiados cabos sueltos para suponer que los había puesto en orden con el propósito de desaparecer luego. Un negocio que le hubiera aportado una ganancia atrayente, por ejemplo, debía acabarse al día siguiente del de su desaparición. Nada permitía sugerir que llevara consigo más de cincuenta o sesenta dólares en el momento de su partida. Su conducta en el curso de los meses precedentes podía ser descrita tan minuciosamente que no justificaba la menor sospecha de vicios secretos o de la existencia de otra mujer en su vida, aunque ambos supuestos eran escasamente verosímiles.
Mrs. Flitcraft nos visitó y nos dijo que alguien había visto en Spokane a un hombre que se parecía mucho a su marido. Me fui hasta allí. Era Flitcraft en carne y hueso. Había estado viviendo en Spokane durante en par de años, con el nombre de Charles Pierce.
Tenia un negocio de automóviles que le rendía unos veinte o veinticinco mil dólares limpios al año, una esposa, un hijo, era dueño de una casa en un suburbio de Spokane y solía jugar al golf después de las cuatro de la tarde durante la temporada. A Spade no se le había dicho muy definidamente lo que debía hacer cuando encontrara a Flitcraft. Conversando en la habitación que Spade ocupaba en Danvenport, Flitcraft no tenía el menor sentimiento de culpa. Había abandonado a su primera familia dejándola con suficientes recursos, y lo que había hecho le parecía perfectamente razonable. Lo único que le preocupaba era saber si podría explicar a Spade con bastante claridad todo lo razonable de su conducta. Hasta entonces no había relatado su historia a nadie, y, por consiguiente, no había intentado hacer explícita su racionalidad. Lo intentó entonces.
...
-Lo comprendí perfectamente –dijo Spade-, pero Mrs. Flitcraft no. Pensaba que la historia era tonta. Tal vez lo fuera. De todos modos, el asunto terminó bien. Ella no quería ningún escándalo y después de la mala pasada que él le había jugado (así juzgaba ella el asunto), ya no deseaba seguir viviendo con su marido. Así, pues, se divorciaron en secreto, y todo el mundo quedó contento.
...
Ahora verá lo que sucedió, según me relató Flitcraft.
Al ir aquella vez a almorzar, pasó delante de un edificio al que estaban demoliendo; sólo quedaba el esqueleto. Una viga o algo así cayó desde ocho o diez pisos de altura, golpeando la acera a su lado. La viga le pasó rozando, pero no lo tocó, aunque arrancó un trozo de baldosa que fue a herirlo en la mejilla. Sólo le levantó un pedacito de piel, pero aun conservaba la cicatriz cuando lo vi. Mientras conversábamos, se la frotaba con un dedo…, bueno, con mucho afecto. Como es natural, se quedó rígido de miedo, según dijo, pero en realidad más sobresaltado que asustado. Sintió como si alguien hubiera alzado la tapa que cubre la vida, permitiéndole ver su mecanismo.
Flitcraft había sido un buen ciudadano, un buen esposo y un buen padre, no por coacción exterior, sino simplemente porque era un hombre que se sentía más cómodo cuando marchaba de acuerdo con su ambiente. Lo habían educado de esa manera. La gente que conocía era como él. La vida que conocía era un asunto limpio, ordenado, cuerdo, responsable... Ahora, una viga desprendida le demostraba que la vida no era fundamentalmente ninguna de esas cosas.
Él, el buen ciudadano, el buen esposo, el buen padre, podía ser borrado del mundo entre su oficina y el restaurante merced a la intervención de una viga desprendida.
Comprendió entonces que los hombres morían por azar y vivían sólo mientras la ciega casualidad los respetaba.
No fue, esencialmente, la injusticia de todo esto lo que lo perturbó: la aceptó no bien se repuso de la primera conmoción. Lo que lo inquietó fue descubrir que al ordenar sus asuntos tan prolijamente había marchado en desacuerdo, y no en armonía, con la vida. Dijo que antes de haberse alejado veinte pasos de la viga, comprendió que nunca volvería a conocer la paz hasta no haber ajustado su conducta a ese nuevo vislumbre de la esencia de la vida. Cuando terminó su almuerzo, ya había encontrado la manera de conseguirlo. Su vida por el azar de una viga caída; el cambiaría su vida por el azar de una mera huida. Amaba a su familia, dijo, tal como suponía era lo corriente, pero sabía que la dejaba con suficientes recursos y que su amor por ella no pertenecía al género de los que harían penosa su ausencia.
Se fue a Seattle aquella misma tarde –continuó Spade-, y desde allí, en barca, hasta San Francisco. Durante un par de años anduvo vagando por muchos lugares, y luego fue hacia el Noroeste, se estableció en Spokane y se casó. Su segunda mujer no se parecía a la primera en lo físico, pero tenían más puntos de semejanza que de diferencia. Ya sabe, esa clase de mujeres que juegan bien al golf y al bridge y que se enloquecen por una nueva receta de ensalada.
No sentía remordimientos por lo que había hecho. Le parecía bastante razonable. No creo que haya comprendido siquiera que había vuelto a atarse al mismo mecanismo del que había saltado en Tacoma.
Pero ésta es la parte del asunto que siempre me gustó más. Se adaptó al hecho de que las vigas caían, y cuando dejaron de caer, se adaptó al hecho de que ya no cayeran.
..."
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La foto de arriba pertenece a Dashiell Hammett, autor de "El Halcón Maltés" (Maltese Falcon - 1930), una novela policíaca de primer orden, cuyo link agrego.
El relato perteneciente a "un hombre llamado Flitcraft" está insertado en "El Halcón Maltés" con poco sentido, es decir, no tiene que ver semejante asunto, con la novela que tiene un corte policial-negro soslayando bastante el aspecto psicológico de los personajes.
Es, técnicamente, una Digresión.
En cualquier otro libro que no fuera éste, y que tratara de algún asunto existencial, psicológico, sociológico o filosófico, "el caso del hombre llamado Flitcraft" sería un brillante complemento;
en otro libro de cualquier estilo, cuyo tema principal diera pié a divagar o pensar en la esencia humana -o en la fragilidad humana-, "Fliteraft" podría ser técnicamente una Perífrasis o una Alusión.
Para Christopher Routledge, "Flitcraft" es una Parábola: definición para nada errónea; en su trabajo resalta que el nuevo nombre de Flitcraft (en la ciudad de Spokane luego de "el episodio") fue la de Charles Pierce: otro Charles Sanders Pierce fue el mayor filósofo dado por los EEUU, uno de los pensadores del Pragmatismo y de la Semiótica. A mi me supo a poco este trabajo, enfocado más al escritor Hammett y su tiempo que al señor Flitcraft y su crítica circunstancia de vida.
Para Borges, el caso del individuo "Flitcraft", emparentaba con todos los individuos: una idea central del propio B. Sin embargo, no puede dejarse de lado que Borges no tuvo un "episodio" del estilo "Flitcraft", sino dos, en 1938 (la muerte de su padre y un accidente doméstico que casi le costó la vida); el escritor admitió que esos hechos cambiaron, obviamente, su forma de ver las cosas.
He leído una conferencia de B. en la que menciona a "Flitcraft" de Hammett, a "Bartleby" de Herman Melville, y a "Wakefield" de Nathaniel Hawthorne, como curiosos ejemplos de personas o personajes que "desaparecen" como individuos, de una u otra forma.
Sea de donde fuere, y si dieron lectura al texto, cada uno verá como nuestro Mr. Flitcraft nos pone al tanto de las circunstancias de la vida misma, sus cambios, sus monotonías, sus mandatos y mandamientos; aquello de lo que estamos presos, aquello de lo que creemos no liberamos... las oportunidades, los afectos, los desarreglos.
En este sentido, el texto puede tener un profundo significado, o ser una tontera, como la califica Mrs. Flitcraft.
En este sentido, el texto puede tener un profundo significado, o ser una tontera, como la califica Mrs. Flitcraft.
No podría decir qué quiso significar Dashiell Hammett con su ignoto individuo llamado Flitcraft, con su texto profundo, parabólico, elemental.
Sí tengo para mí lo que me dice el texto: de monotonías y vigas que se caen y luego desaparecen.
Un par de curiosidades:
La figura del protagonista de "El Halcón Maltés", "Sam Spade", es muy similar a la persona de su autor, Dashiell Hammett.
En el libro en español (imagen principal, arriba, Edición Los Libros del Mirasol), la traducción del apellido "Flitcraft" se vuelve "Fliteraft".
En 1941 se filmó la película, obviamente con el nombre del Libro original y la actuación de Humphrey Bogart que tenía cara de recio, pero poca altura y musculatura, era morocho y no rubio, como el Spade del libro. Igual su papel fue muy elogiado. No hubo "remake".
Cualquiera que desee, puede enriquecer al señor "Flitcraft".
Links:
"El Halcón Maltés" (1930) (PDF- RapidShare) - Dashiell Hammett
"La parábola de Flitcraft" - The Reader (2008) - Chris Routeledge
"Wakefield" (1837) - Nathaniel Hawthorne - Biblioteca Digital Ciudad Seva
"Bartleby" (1853) - Herman Melville - Biblioteca Digital Ciudad