sábado, 9 de abril de 2011

ALTAMIRA

" De Santillana salimos en auto para un encuentro emocionante: los bisontes, ciervos y jabalíes de la Caverna de Altamira

Lloviznaba.

Nos paramos al borde de un camino ante la casucha del encargado de la cueva, que era, por cierto, un cura. Protegidos por su paraguas rojo, atravesamos unos campos sembrados, rasos, sin señales de nada.

De pronto, al bajar un declive del terreno surgió una puertecilla. ¡Quién lo hubiera pensado! Por allí se penetraba al santuario más hermoso de todo el arte español.

A oscuras, empezamos a descender hacia el fondo de la tierra. Una luz se encendió, pero seguimos caminando por un pasillo estrecho, más en pendiente cada vez y húmedo. Yo ni me atrevía a respirar, observando las rocas laterales, deseoso de descubrir algún indicio de lo que íbamos a ver.

Nada.

De repente, unos ocultos reflectores se prendieron.

Y, ¡oh maravilla!, estábamos ya en el corazón de la cueva, en la oquedad pintada más asombrosa del mundo.

Recostados sobre las grandes piedras del suelo, pudimos abarcar mejor, ya que es baja la bóveda, aquel inmenso fresco de los maestros subterráneos de nuestro cuaternario pictórico.

Parecía que las rocas bramaban.

Allí, en rojo y negro, amontonados, lustrosos por las filtraciones del agua, estaban los bisontes, enfurecidos o en reposo.

Un temblor milenario estremecía la sala.

Era como el primer chiquero español, abarrotado de reses bravas pugnando por salir.

Ni vaqueros ni mayorales se veían por los muros. Mugían solas, barbadas y terribles bajo aquella oscuridad de siglos.

Abandoné la cueva cargado de ángeles, que solté ya en la luz, viéndolos remontarse entre la lluvia, rabiosas las pupilas...”


Rafael Alberti

(Santa maría de Cádiz, España, 1902-1999)

LA ARBOLEDA PERDIDA”- Libro II 1917-1931,1989

Editorial Seix Barral . Barcelona, España.