jueves, 21 de junio de 2012

CLARICE LISPECTOR


“FELICIDAD CLANDESTINA”

Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio amarillento. Tenía un busto enorme, mientras que todas nosotras todavía eramos chatas. Como si no fuese suficiente, por encima del pecho se llenaba de caramelos los dos bolsillos de la blusa. Pero poseía lo que a cualquier niña devoradora de historietas le habría gustado tener: un padre dueño de una librería.


No lo aprovechaba mucho. Y nosotras todavía menos: incluso para los cumpleaños, en vez de un librito barato por lo menos, nos entregaba una postal de la tienda del padre. Encima siempre era un paisaje de Recife, la ciudad donde vivíamos, con sus puentes más que vistos.


Detrás escribía con letra elaboradísima palabras como "fecha natalicio" y "recuerdos".


Pero qué talento tenía para la crueldad. Mientras haciendo barullo chupaba caramelos, toda ella era pura venganza. Cómo nos debía odiar esa niña a nosotras, que éramos imperdonablemente monas, altas, de cabello libre. Conmigo ejerció su sadismo con una serena ferocidad. En mi ansiedad por leer, yo no me daba cuenta de las humillaciones que me imponía: seguía pidiéndole prestados los libros que a ella no le interesaban.


Hasta que le llegó el día magno de empezar a infligirme una tortura china. Como al pasar, me informó que tenía Las travesuras de Naricita, de Monteiro Lobato.


Era un libro gordo, válgame Dios, era un libro para quedarse a vivir con él, para comer, para dormir con él. Y totalmente por encima de mis posibilidades. Me dijo que si al día siguiente pasaba por la casa de ella me lo prestaría.


Hasta el día siguiente, de alegría, yo estuve transformada en la misma esperanza: no vivía, flotaba lentamente en un mar suave, las olas me transportaban de un lado a otro.


Literalmente corriendo, al día siguiente fui a su casa. No vivía en un apartamento, como yo, sino en una casa. No me hizo pasar. Con la mirada fija en la mía, me dijo que le había prestado el libro a otra niña y que volviera a buscarlo al día siguiente. Boquiabierta, yo me fui despacio, pero al poco rato la esperanza había vuelto a apoderarse de mí por completo y ya caminaba por la calle a saltos, que era mi manera extraña de caminar por las calles de Recife. Esa vez no me caí: me guiaba la promesa del libro, llegaría el día siguiente, los siguientes serían después mi vida entera, me esperaba el amor por el mundo, y no me caí una sola vez.


Pero las cosas no fueron tan sencillas. El plan secreto de la hija del dueño de la librería era sereno y diabólico. Al día siguiente allí estaba yo en la puerta de su casa, con una sonrisa y el corazón palpitante. Todo para oír la tranquila respuesta: que el libro no se hallaba aún en su poder, que volviese al día siguiente. Poco me imaginaba yo que más tarde, en el curso de la vida, el drama del "día siguiente" iba a repetirse para mi corazón palpitante otras veces como aquélla.


Y así seguimos. ¿Cuánto tiempo? Yo iba a su casa todos los días, sin faltar ni uno. A veces ella decía: Pues el libro estuvo conmigo ayer por la tarde, pero como tú no has venido hasta esta mañana se lo presté a otra niña. Y yo, que era propensa a las ojeras, sentía cómo las ojeras se ahondaban bajo mis ojos sorprendidos.


Hasta que un día, cuando yo estaba en la puerta de la casa de ella oyendo silenciosa, humildemente, su negativa, apareció la madre. Debía de extrañarle la presencia muda y cotidiana de esa niña en la puerta de su casa. Nos pidió explicaciones a las dos. Hubo una confusión silenciosa, entrecortado de palabras poco aclaratorias. A la señora le resultaba cada vez más extraño el hecho de no entender. Hasta que, madre buena, entendió al fin. Se volvió hacia la hija y con enorme sorpresa exclamó: ¡Pero si ese libro no ha salido nunca de casa y tú ni siquiera querías leerlo!
Y lo peor para la mujer no era el descubrimiento de lo que pasaba. Debía de ser el horrorizado descubrimiento de la hija que tenía. Nos espiaba en silencio: la potencia de perversidad de su hija desconocida, la niña rubia de pie ante la puerta, exhausta, al viento de las calles de Recife. Fue entonces cuando, recobrándose al fin, firme y serena, le ordenó a su hija:


-Vas a prestar ahora mismo ese libro.


Y a mí:


-Y tú te quedas con el libro todo el tiempo que quieras. ¿Entendido?


Eso era más valioso que si me hubiesen regalado el libro: "el tiempo que quieras" es todo lo que una persona, grande o pequeña, puede tener la osadía de querer.


¿Cómo contar lo que siguió? Yo estaba atontada y fue así como recibí el libro en la mano. Creo que no dije nada. Cogí el libro. No, no partí saltando como siempre. Me fui caminando muy despacio. Sé que sostenía el grueso libro con las dos manos, apretándolo contra el pecho. Poco importa también cuánto tardé en llegar a casa. Tenía el pecho caliente, el corazón pensativo.


Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde lo abrí, leí unas líneas maravillosas, volví a cerrarlo, me fui a pasear por la casa, lo postergué más aún yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber dónde había guardado el libro, lo encontraba, lo abría por unos instantes. Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad. Para mí la felicidad siempre habría de ser clandestina. Era como si yo lo presintiera. ¡Cuánto me demoré! Vivía en el aire... había en mí orgullo y pudor. Yo era una reina delicada.


A veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un éxtasis purísimo. No era más una niña con un libro: era una mujer con su amante.

**************************
Clarice Lispector (Bielorrusia, 1920 - Brasil 1977), fue una excelente escritora del Modernismo Expresionista Latinoamericano.
Criada en Brasil desde los dos años, se constituyó en una de las mejores cuentistas y ensayistas que podemos encontrar,
Gran parte de su obra fue traducida del Portugués al Castellano.
Aquí presento uno de sus relatos preferidos.
Como siempre digo: cuando no se sabe, mejor leer que hablar.

23 comentarios:

  1. Hola D.:
    No conocía el cuento ni a su autora.
    Muy buena elección! Me gustó mucho...
    Un beso
    M.Beatriz

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  2. Maria Beatriz:
    Me gusta que te guste la elección y la autora.
    Una vida intensa, si ahondamos.
    Gracias por pasar y estar siempre, si es que sos M.B.
    Un beso.

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    1. Hola de nuevo D.:
      Uhhh! me vas a pedir documento? jajaa
      No tengo foto porque entré directamente a tu blog...
      El cuento me hizo acordar a una nena, compañerita del 1º grado, que era re-mala conmigo y un día me robó un dibujito de un payaso que yo había hecho y se lo mostró a la señorita como si fuera de ella...yo tenia cinco años y la seño, cuando le dije, no le dio importancia y la nena ladrona se quedo con mi dibujo! =(

      Los artistas, incluídos los escritores, en general tienen una vida interior muy intensa...

      Besitos :)
      B.

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    2. Hola M.B.:
      Mmmm... no había pruebas de que eras vos.
      Ahora sí.
      Los niños suelen tener cierta crueldad inconsciente e inocente.
      ¿Nunca robaste a nadie nada?
      Es cierto, la intensidad de vida de ciertos artistas es increíble: más los que hacen lo que quieren y además pueden vivir con eso.
      Besos B.

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    3. Hola D.:
      Hummm...dejame pensar....No, nunca robé nada...al menos nada material...¿Y vos robaste algo a alguien alguna vez?

      Besos
      B.

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    4. (Pensé mucho esto, en realidad deberíamos utilizar la palabra "hurtar", en lugar de "robar", fijate en el dicc.
      Propongo el verbo "afanar" como convención nuestra):

      Material o inmaterial... me parece lo mismo.
      Afanás igual ¿o no?

      Que recuerde, nunca afané a nadie.
      Sí, afané flores, siempre fui un zoquete: pero me parece mejor que comprar esos ramos "prefabricados".
      "Flores robadas en los jardines de Quilmes", es una recomendable novela de Jorge Asís.
      Ahora, denunciame B.

      MMMMno tenés cara de afanancio "material" (capáz algún chocolate de alguna viejita ciega, o algo así), pero en tu casa tenés que tener un estante lleno de corazones rotos, seguro.

      Besos.

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    5. No vale D.! No tenés pruebas...Nunca le robaría un chocolatín a una viejita ciega!

      Si afané algo, fueron algunas ideas, cuando le preguntaba a cierta persona qué le parecía tal o cual cosa...y sólo por saber qué pensaba...siempre aprendía algo nuevo...

      No te preocupes, no soy botona, no denuncio a nadie, cada uno sabe lo que hace (o tal vez no es consciente del todo).

      Y sabes qué?
      Lo del "estante" no es culpa mía...hay quienes se arriesgan a pesar de que yo siempre aviso lo que provoca mi compañia :P jajaa

      Las flores que robaste en Quilmes...¿fueron para robar besos? (¡decí la verdad!) :P

      Besos muchos
      Ma.Beatriz

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  3. María Beatriz:
    No hay foto, por lo tanto, no sos M.B.
    Comente a Lispector y gracias por pasar.

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    1. Estimado Licenciado D.:
      Ud. sabe muy bien que el comentario anterior fue mío. No sea pendenciero :P :P :P

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    2. ¿En qué anda? ¿Por qué su hora está mal? Por favor cambie el horario de su página que lo tiene atrasado como cuatro horas y ya es casi el mediodía!! :P jjaajaa

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    3. M.B.:
      Ahora sí.
      ¿Qué estamos? ¿chateando o algo parecido?
      No tenés cara de robar nada, pero si de "yo no fuí".
      El estante de corazones rotos (cosa que admitís) es prueba de eso, limpio, y ordenado cronológicamente de acuerdo al desastre amoroso que causó.
      Por gente como Usted funcionan las cárceles y las clínicas cardiológicas.
      Puede que esté retrasado yo, no el relós.
      Y comente a Lispector, que le viene bien leer.
      Besos.

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    4. D.:
      Te está fallando la memoria o no lees los comentarios? Ya comenté el cuento de la regordeta pecosa, tetona y mala. Incluso conté algo que me sucedió personalmente...

      Yo no tengo la culpa del estante, vuelvo a repetir: yo avisé que era irresistible jajaajaa...si no me creyeron en su momento, es un asunto del que deberá hacerse cargo el supuestamente afectado...Si alguien decide arriesgarse a ir a una cárcel o terminar en una clínica cardiológica es su responsabilidad.

      Y en definitiva...yo también me arriesgo...también tengo mi corazoncito ¿o qué te pensás? ¿que soy la dama de fierro?jahaja

      Y no me dé ordenes que esto es un blog, no un cuartel :P:P:P

      Y bue, qué le vamos a hacer..!
      Te mando un par de besos, no me queda otra...
      M.B.

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    5. Mirá, tuve que corregir varios errores del post, gracias a vos.
      El nombre de ella en el post, en el enlace, el tag; el reloj.
      Ahora quedó parejito.
      Par de besos.

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    6. Ves?, al final siempre soy yo quien te dobla el paracaídas... :P

      Besos muchos
      M.B.

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    7. ...y siempre con la última palabra.
      Besos.

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  4. Disculpenmé que me mete en tan extenso diálogo, pero me van a decir ustedes dos (con todo respeto María Beatriz, ya que no tengo el gusto), que nunca se fanaron (sí, fanaron) un librito de la feria del libro?
    Usted sabe, don D. que suelo perderme sus "crónicas de otros", y que por preguntar a los lectores de mi blog, conocí a la Linspector, de quien ya tengo en gateras un par de libros que conseguí (recomiéndole fervientemente la página bibliotheka.org de la que ya hablaremos en próximas semanas).

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    1. Agustín:
      Fanar está perfecto, Dr.
      B. es hermosa... y colecciona corazones rotos en estanterías.
      No creo que sea delito.
      Este blog suele ser visitado por estudiantes de secundario.
      Su entrada estrella es "MARIONETAS S.A." de Bradbury: ellos suelen consultar sobre los textos que se cuelgan, no "siguen" ningún blog determinado.
      Sobre Lispector, una maravilla de escritora, voy a tener en cuenta tu recomendación.
      Saludos y gracias por pasar.

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    2. Hola D.:
      Tus piropos me hacen poner colorada!! :)

      No me dejás otra alternativa...
      Desde Río C. va por la red un Poker de besos para vos

      M.B.

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  5. Estimadísimo Agustín:
    Solemos proyectar en los demás lo que llevamos dentro...confiese Dr. ¿qué libro birló de la Feria? jahajahajajaja!!

    Saludos muy cordiales
    M.B.

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    1. Que recuerde - y que pueda confesar, en tanto ha operado la prescripción de la acción como consecuencia del paso del tiempo- dos: "Nexus" de Miller y "Esperando a Godot" de Becket. Este último de modo muy teatral, por cierto.

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    2. ¿Se dió cuenta estimado Agustín que la intuición femenina es difícil que falle? Jaajaahaja!:P
      Gracias por la buena onda! :)

      Saludos
      M.B.

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  6. Muy buen cuento, este no lo conocía.

    Les recomiendo Silencio, de la misma autora, que publiqué en mi blog hace unos meses.

    Aquí la liga

    Un abrazo.

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    1. Jesús:
      No he leído silencio, gracias por el link, todo suma.
      Tu recomendación es muy tenida en cuenta.
      Un abrazo.

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