jueves, 17 de diciembre de 2009

El peso del alma



Me acordé hace un momento de 21 gramos, película de Alejandro González Iñárritu protagonizada por Sean Penn, Benicio del Toro y Naomi Watts, y a partir de la idea final de la película de que el alma pesa 21 gramos y los perdemos al morir, se me ocurrió un pequeño cuento, a ver qué sale.





El peso del alma


"Era lo que se puede decir, en los mejores términos, un ojete, un tipo sin escrúpulos que lo mismo robaba al prójimo que golpeaba a la mujer, era desleal, un mar de vicios y malos hábitos que terminaron por ahuyentar a todos los que le rodeaban, a aquellos con los que su violencia no había terminado antes, cosa que no le importaba en lo absoluto, al cabo él no había necesitado nunca de nadie y no tenía por qué venir a necesitar ahora.

En medio de su altivez y su aislamiento envejeció como envejecemos todos, fue reduciéndose, achicándose, lenta, dolorosamente, pero no sólo fisicamente, también su altanería se redujo poco a poco; y se convirtió en un viejo beato y rezador, de los que unen las manos al rezar, de los que comulgan diariamente, de los que confiesan pecados ajenos con tal de llevar penitencia a casa y tener en qué gastar las horas que la soledad del reloj hace pasar como si no pasaran.

Un día finalmente, mientras rezaba un padrenuestro y hurgaba en el vacío que quedaba al interior de las frías paredes que formaba el costillar, se dió cuenta de que había algo ahí, un punto de luz, y pensó que no era otra cosa sino su alma, pequeña a causa del paso de los años y el olvido, no podía ser de otra manera, y mientras tomaba conciencia de los errores cometidos el punto luminoso fue creciendo en volumen y en peso, se fue oscureciendo de a poco hasta convertirse en una masa negra, opaca, enorme, que llenó la habitación y luego la casa entera.

Dicen los que saben que murió aplastado, pero no por su alma, que ésta no pesa más de unos cuantos gramos, sino por el peso acumulado de sus pecados, a los que liberó al rascar un poco más fuerte de la cuenta justo a un lado de donde debía tener el corazón".




A Jesús Olague de México, le agradezco que haya prestado ha publicar este breve cuento.
Recomendamos su blog:
http://jholaguepersonal.blogspot.com/
La imagen pertenece a http://www.flickr.com/photos/copycat/2209641340/
sitio que recomendamos también.

domingo, 29 de noviembre de 2009

MUJERES - de Juan Gelman


decir que esa mujer era dos mujeres es decir poquito debía tener unas 12.397 mujeres en su mujer

era difícil saber con quién trataba uno en ese pueblo de mujeres ejemplo:

yacíamos en un lecho de amor
ella era un alba de algas fosforescentes
cuando la fui a abrazar se convirtió en singapur llena de perros que aullaban

recuerdo cuando se apareció envuelta en rosas de agadir
parecía una constelación en la tierra
parecía que la cruz del sur había bajado a la tierra
esa mujer brillaba como la luna de su voz derecha

como el sol que se ponía en su voz
en las rosas estaban escritos todos los nombres de esa mujer menos uno
y cuando se dio vuelta su nuca era el plan económico
tenía miles de cifras y la balanza de muertes favorables a la dictadura militar
nunca sabía uno adónde iba a parar esa mujer
yo estaba ligeramente desconcertado
una noche le golpié el hombro para ver con quién era y vi en sus ojos desiertos un camello

a veces
esa mujer era la banda municipal de mi pueblo
tocaba dulces valses hasta que el trombón empezaba a desafinar
y los demás desafinaban con él
esa mujer tenía la memoria desafinada

usté podía amarla hasta el delirio
hacerle crecer días del sexo tembloroso
hacerla volar como pajarito de sábana
al día siguiente se despertaba hablando de malevich

la memoria le andaba como un reloj con rabia
a las tres de la tarde se acordaba del mulo que le pateó la infancia una noche del ser ellaba mucho esa mujer

y la devoraron todos los fantasmas que pudo alimentar con sus miles de mujeres
y era una banda municipal desafinada yéndose por las sombras de la placita de mi pueblo

yo compañeros una noche como ésta que nos empapan los rostros que a lo mejor morimos
monté en el camellito que esperaba en sus ojos y me fui de las costas tibias de esa mujer

callado como un niño bajo los gordos buitres que me comen de todo menos el pensamiento de cuando ella se unía como un ramo de dulzura y lo tiraba en la tarde